sábado, 19 de septiembre de 2009

Crónicas: Gente despreocupada

El otro día, mientras estaba en el transporte público, vi a una pareja de un hombre y una mujer, ambos jóvenes. Los individuos estaban sentados y a la derecha de ellos estaba un niño. Al infante le calculo unos 3 o 4 años de edad, 5 cuando mucho. Al momento que el transporte avanzaba, el chavito tenía casi medio cuerpo en la ventana. En ese instante, los papás (si es que eran ellos), estaban todos despreocupados. Se notaba a leguas que el pequeñín guardaba algún parentesco con la mujer. Del hombre no lo sé. Mientras la "parejita" hablaba largo y tendido, el "nené" (así se le dice a los niños de esa edad en Yucatán), estaba con el peligro que algún otro trasporte, moto o carro particular pusiera en riesgo su integridad física. Por el momento, yo miraba boquiabierto como los dos monos que se abrazaban como pubertos, platicando sobre sus anécdotas de fiestas, farras o que sé yo, idas a cantina.
Tan enamorados que se veían al fin y al cabo. Posiblemente yo sea un exagerado y paranoico, pero lo despreocupados a esos dos adultos no se los quita nadie. La responsabilidad era de ellos, sino se cuidan, ¿para qué se tienen hijos?
Tal vez por eso, no tengo vástagos. A partir de este suceso, he repensado mi idea de cómo es un mexicano. He ideado una teoría del "sueño mexicano" que tal vez responda al post anterior, donde decía que no entendía el hecho de ser nacido en tierra azteca. No faltarán los cursis, mamilas y molestos que si leyeran, se me echarían encima con toda clase de objetivos poco pensados e híper patrióticos. Guácala.

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