martes, 14 de abril de 2009

Crónicas: Bailables

Me acuerdo que desde chavito no le agarré el gusto al baile. Principalmente por esa extirpadora del conocimiento y destructora de la inteligencia que es la escuela.
Clásico es que muchos tuvimos que aparecer en esos bailables de hueva y de los cuales en el futuro, uno termina apenándose de grande. Incongruentemente, siempre salía en los bailables que la escuela organizaba en determinada época del año: carnaval, navidad, septiembre, 20 de noviembre, etc donde uno aparece casi llevado a rastras o por aprobar la calificación de la materia de "artísticas" y pasar de año. Sin embargo, otro aspecto contradictorio de este tema es que de muy pequeño siempre bailaba en las fiestas. Cabe aclarar que no me gustaba la música prefabricada que la mayoría bailaba sino curiosamente disfrutaba del entonces novedoso rap*.

Más adelante, con el descubrimiento de diversos géneros musicales, el gusto por el baile se me olvidó por completo. Con el paso de los años, me volví una persona más apática y extraña, pero también más crítica. Dejé los bailes por las guitarras de aire y atrás quedaron los bailables ridículos por el afán de escuchar nuevos grupos, propuestas frescas, la otra cara de la moneda de lo que escuchaban los adolescentes de mi edad. Tampoco seguí la moda de la música electrónica que le tocó vivir a mi generación. Cuestión de gustos y personalidad.

Vaya paradoja, hace algún tiempo, ya de adulto (aunque no de viejo), me nació el gusto por volver a bailar. Aunque algunas personas que me conocen (medio), se quedaron sorprendidas ante los movimientos de mi cuerpo (aclaro, tampoco estuve bailando), lo extraño es que terminé por tomando clases. Los expertos en estas cuestiones dicen que bailar es positivo para el ánimo de uno. Que disminuye los riesgos de sufrir depresión y otros beneficios más. Nos vemos después, Les invito a mover el esqueleto ó tal vez a rockear con guitarras de aire. Cuando menos, al head-banging. Y lo que se les ocurra.

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