Guardameta de la selección mexicana. Joven de los cabellos rizados. Egresado de las fuerzas básicas del América. Promesa del fútbol azteca que rápidamente debutó en Primera División, relegó en la banca a un portero argentino (Sebastián Saja) y ligador de una RBD (Dulce María).
Ochoa es uno de los mayores mitos futbolísticos de México. Héroe del América aún cuando este equipo no ha funcionado en los últimos dos años, Paco Memo es posiblemente el jugador más sobrevalorado de la Primera División mexicana. Errores como guardameta del Tricolor ante Corea del Norte y como jugador de las Águilas ante puebla hacen pensar lo que todo mundo sabe pero nadie dice: que su nivel no está para ser el portero titular de la selección mexicana.
Elevado a los altares por aficionados americanistas y televisoras avidas de marketing, es difícil pedirle a Ochoa que corte balones por arriba correctamente. Que sea el portero que todo México espera. Que en la competencia mundialista nos salve de cañonazos de Diego Forlán y Luis Suárez (seleccionados uruguayos que entre los dos ya suman más de 60 goles esta temporada, ¡gulp!). De los correctos centros de Franck Ribbery, el francés considerado uno de los mejores mediocampistas del mundo. O de la salvaje localía de los sudafricanos. Con un portero como el de los rizos, ¿qué podemos esperar?