Hace años, conocí un divertidísimo grupo que mezclaba diversos idiomas y culturas de todo el mundo. El extraño grupo, de fusión inclasificable y origen francés, se llamaba Mano Negra. Con ideas a veces muy políticas y otras tantas con la mera intención de ser algo carnavalesco. El líder, Manu Chao y el resto de la banda adquirían fama mundial cantando en todos los diversos estilos musicales conocidos y los no tanto como rock, pop, ska e incluso cánticos futboleros en diferentes idiomas.
Años más tarde, Mano Negra tomaría caminos distintos, agregado a los consecuentes cambios de músicos hasta desaparecer. Es cuando entonces, vería luz Manu Chao, un tipo que lanzaría un indigesto (y aburridísimo álbum) llamado clandestino. Esto apenas era el comienzo. Manu recuperaba la fama ganada alrededor del mundo pero faltaba algo. ¿Parecerse a “chespirito”? Aunque el francés es idéntico al personaje que interpreta Roberto Gómez Bolaños, perseguía un objetivo tal vez más claro: convertirse en el músico de la globalización.
Entonces, ¿Por qué considerar a Manu Chao como un sobrevalorado? No tanto por sus pretensiones (que 99% de las estrellas de la música las tienen), sino por usar esa gorrita, vestirse como un vagabundo con playera del Che Guevara y ser un fantoche, convertirse en la misma basura que él mismo critica. Al sacar su siguiente disco, el sobrevaloradísimo “Próxima estación: esperanza” en el 2001, veríamos al rey de los faroles por excelencia. Al menos para mí, se convertiría en el músico más sobrevalorado, adorado por revistas ahora sobrevaloradas y apantallabobos como Spin y Rolling Stone, las cuales declararon que su disco era uno de los mejores del año. Nada más alejado de la realidad.
El “Próxima estación: esperanza” era un disco aburridísimo como el anterior, parece que oíamos el mismo disco que Manu había grabado hace 3 años. Mientras tanto, el clon de chespirito, hablaba sobre sus preferencias por la izquierda, los indígenas, las corporativas y las desventajas de la globalización, aunque irónicamente, el ha terminado siendo el “músico de la globalización”.
En fin, luego de escribir sobre este vomitivo músico que me resulta igual de indigesto que comer chistorra (un embutido similar a la longaniza, que es difícil de digerir), me imagino a él, disfrutando sus millones en una mansión francesa que el nunca revelará que tiene, riéndose de las grandes “corporativas” que lo adoran en radio, en sus revistas y en canales de televisión, riéndose de su hipocresía, de los países del 3er. Mundo que tanto dice defender y de reinterpretar sus discos sin innovación alguna mientras es recibido en su tour mundial con una recepción casi igual a las giras de Madonna, aunque para mí siempre será un verdadero impostor, mentiroso, fanático acrítico del che y aplaudido músico de vanguardia, aunque él de vanguardia tenga lo que yo de karateca.
¡Que no te haga bobo Manu Chao!
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