Durante mucho tiempo, me costó trabajo entender los gustos musicales de mis padres. En varias ocasiones en este blog he mencionado la enorme diferencia que existe entre ellos y yo. ¿A cuántos no les ha pasado lo mismo? mientras a muchas personas con las que he platicado manifiestan la similitud de gustos con sus padres, en mi pasa algo distinto. Casi siempre han escuchado música que no me gusta, aunque realmente, siempre me ha costado trabajo encontrar gente que escuche las mismas agrupaciones que yo.
Me acuerdo que cuando era pequeño y andaba en el coche con mi familia, tenía que chutarme las canciones religiosas a las que eran adeptos mis padres en esa época. A partir de ahí, desarollé la sana costumbre de cambiarle la letra a las canciones que no eran de mi agrado como una manera de "aguantarlas" o taparme los oídos. Entonces mis preferencias ya se volcaban hacia el rock, género que mis vástagos han menospreciado toda la vida. La diferencia radica en que mis padres, quienes crecieron entre los sesenta y setenta, estuvieron expuestos a otros estilos musicales. Aquellas épocas de represión y después del festival de Avándaro, llenaron las radios mexicanas de baladistas románticos latinoamericanos, solistas y demás cantantes hispanoamericanos que me da pereza mencionar.
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