A veces, pienso que este blog se está convirtiendo en lo que no quería: en un sitio lleno de víscera y descarga contra varias cosas que no soporto o las cuales critico mucho. Pero basta de speech, tenga 0 o 100 lectores esto se mantiene a base de dos cosas: entretenimiento y libertad.
Hace tiempo, llegó a Mérida una exposición de un señor mexicano inconfundible por su feo bigote, horrible arrogancia y siempre portando un brazalete de cuero en el brazo derecho. El señor, quien adquirió fama cuando siendo muy joven en los 50, pertenece a la llamada “generación de la ruptura”, es un sobrevalorado. El nombre, “generación de la ruptura” es una de esas etiquetas cacareadas por fans y villamelones que adoran la obra de José Luis Cuevas. Llamado “Enfant terrible”, etiqueta que al parecer el adora, por su manifiesta ideología en contra de los muralistas de aquella época y su carga política. Después, monta su basura llamada “mural efímero”, un esperpento que ubica en la bautizada según algunos “zona rosa” por él mismo. Sus temas, la prostituta, el pordiosero, el loco y el enfermo. Temas que sigue repitiendo.
Tal vez lo único rescatable de Cuevas sea el estar en contra de el arte de escuela y ofrecer algo distinto a lo que ofrecían los muralistas mexicanos de ideas socialistas. Sin embargo, eso no lo exime de haber pertenecido a la mafia cultural mexicana que depredaba todos los espacios culturales disponibles en la república mexicana, y a su obra, de ser algo cuyo valor es mayor del que debería tener. Pero, ¿quién es uno para criticar su obra? Ojo que no soy crítico de arte, pero como juez de este blog, declaro a José Luis Cuevas como sobrevalorado.
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