Uno de los más extraños personajes dentro del ya raro mundo artístico es Alejandro Jodorowsky. Psicomago, cineasta, loco guionista de comics y chileno de nacimiento, dio mucho que hablar en México con sus películas admiradas por John Lennon, George Harrison y Marilyn Manson. Desde la accidentada proyección de Fando y Lis (1967) hasta Santa sangre (1989) pasando por la escupida, acusada de sacrílega y boicoteada por numerosos grupos religiosos, La montaña Sagrada (1973).
Tiempo después, Jodorowsky decide continuar con su más ambicioso proyecto cinematográfico. Sin ser un director de cine virtuoso, emprende la producción de uno de los grandes filmes jamás hechos, Dune basado en la novela de Frank Herbert. Hay esbozos, pedazos de lo que pudo haber sido una gran producción, pero siempre argumenta Jodorowski que fue boicoteado por Hollywood. Con un reparto superbizarro y estelar nunca antes visto, originalmente debía incluir a Pink Floyd en la banda sonora, Salvador Dalí (quien aceptaba con la condición de cobrar ¡10,000 dlls. la hora!) y el ya legendario, Orson Welles. Amén de diseños que posteriormente se incluyeron en Star Wars y los diseños de escenarios del artista H.R. Giger, los cuales se usaron en la película de Alien y de Moebius, un antiguo camarada de Jodorowsky que destaca en el mundo del cómic. El chileno tenía un proyecto que sonaba muy alucinante, tanto que se le cayó de las manos. Dalí, ya bastante entrado de años en los 70, cobraba muchísimo dinero por poco tiempo en pantalla, Pink Floyd y su acostumbrado ego hicieron que Jodorowsky desistiera de usarlos para el soundtrack y un largo etcétera acabó con el sueño.
Finalmente, el filme Dune fue realizado, pero sin el genio de Jodorowsky y en una versión totalmente diferente, realizada por David Lynch y con otro reparto estelar que incluiría al cantante Sting, Sean Young, Max Von Sydow y Kyle MacLachlan, entre otros.
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